Es un viaje hacia uno de los lugares más santos de la Tierra y que te ayudará para crecer en espíritu, cuerpo y mente.
¿Por qué viajar a la India?
Recuerdo aquel día en que encontré la publicidad de un viaje a la India. Llevaba varios años practicando Yoga y sabía que este país es considerado la cuna del yoga, que es una nación remota, de la cual había escuchado muchas historias de yogis y gurús, que de sólo pensar en poder ir se me ponía la piel chinita; pero de ahí a emprender una aventura a este hermoso país me parecía muy lejano.
Era mi cumpleaños. Ya había revisado el itinerario del viaje. Ahora sólo faltaba la parte que me ponía más nerviosa, o sea, anunciárselo a mi familia: “¡Me voy a la India!”.
Parecía que el universo conspira a nuestro favor, pues todo lo que se necesita para emprender un viaje, se dio. Además de conocer India, me emocionaba la idea de poder practicar Yoga, meditar, conocer lugares santos, en fin, lo que significa un peregrinaje (una peregrinación o peregrinaje es el viaje a un santuario o lugar sagrado con connotaciones religiosas, pero que no necesariamente tiene que ser el de la religión que se practica).
La India es considerada la Tierra de los Templos
El término ‘peregrinación’ proviene del latín peregrinatio, que significa viaje al extranjero. El desplazamiento, generalmente andando, de los hombres y mujeres hacia los lugares en los que entran en contacto con lo sagrado es una práctica común de todas las religiones y culturas. La peregrinación es un fenómeno casi universal de la antropología religiosa. El peregrino encuentra lo sobrenatural en un lugar preciso.
A mí lo que me movía a realizar este viaje que no iba a ser solo caminando, ya que una peregrinación en pleno siglo XXI incluye varios aviones, trenes, autobuses y coches; lo que me movía a ir del otro lado del mundo era el entrar en contacto conmigo misma, conocer la cultura de la India, estar en estos lugares donde los yogis habían meditado por años con una dieta muy restringida en un estado de trance, conocer a su gente, probar su comida aun frente a todas las amenazas de enfermarme del estómago, cosa que jamás sucedió, practicar Yoga como la practican ellos, no al estilo occidental con todas sus variaciones; descubrir sus colores, sus contrastes, que aunque son muchos, nos ayudan a agradecer lo que tenemos, y a ver que no se necesita mucho para ser feliz.
Viajar me hace feliz: cada trayecto es una experiencia maravillosa de aprendizaje. Así que puse manos a la obra y me embarque en esta aventura que había comenzado desde que salí de casa. Dicen que el peregrinaje inicia desde que uno sale de su hogar. Tan sólo al subirme al avión Newark-New Delhi sabía que lo mejor estaba por llegar (me acuerdo y se me salen las lágrimas de emoción).
En el avión había monjes tibetanos, que no se podían sentar junto a una mujer en ese transporte, y el sobrecargo tenía que hacer milagros para acomodarlos; familias hindúes, nepalesas, mujeres chinas con unos sombreros que serían la envidia de cualquier diseñador. Desde este momento me empezó a inundar una espiritualidad que emanaba de toda esta gente, gente hermosa de países remotos que sólo con su semblante amoroso y compasivo daba ganas de abrazarlos.
Simplemente me sentía plena, realizada. No importaba que me cansara, mi sonrisa lo decía todo. Para mí, viajar es lo máximo.
Viajar nos hace felices por varias razones, pero principalmente porque en la mayoría de los casos nos hace estar aquí y ahora, "Pratyahara", y estar contentos con lo que tenemos, "Santosha", y que mejor enseñanza para estos tiempos, practiques o no Yoga.
Cuando estamos en una ciudad lejana que ansiamos visitar, sabemos de antemano que no estaremos allí para siempre, que tenemos los días contados y hay que aprovecharlos. Así que apenas llegué al aeropuerto de Nueva Delhi, sabía que había hecho lo correcto.
Viajar también nos pone a prueba y a nuestra paciencia, tolerancia, confianza; a combatir nuestros miedos, para encontrarnos que en todo el mundo hay personas buenas; que el que se te acerque un guardia en el tren de Delhi a Haridwar y se siente junto a ti no significa que es para intimidarte sino para entablar una amistad, y que al final del trayecto habíamos intercambiado nuestros nombres en español y en hindi. Me mostró las fotos de su casa y me invitó a la boda de su hija. Esa satisfacción nos llena de plenitud y felicidad. Nos hemos superado ante nuestras limitaciones y condicionamientos.
Viajar nos acerca a lo lejano, a nuestros sueños; nos hace ver la vida y la de los demás con otros ojos, desde fuera, desde el amor. Por eso, te invito a visitar este increíble país.
Namasté,